jueves, 19 de noviembre de 2015

De París y otros lugares...

Muchas cosas ocurren desde que el Mundo es Mundo. Lo que pasa es que ahora, con las nuevas tecnologías y la facilidad de acceso a la información casi de manera instantánea, en tiempo real, las distancias se han relativizado mucho. Por ejemplo, lo de París; pese a ocurrir a más de mil kilómetros de mi casa, lo siento cercano. No sólo por tener amigos franceses (que los tengo), por haber estudiado en Francia (que lo he hecho) o por haber estado en París como he estado. Es por todo ello, por la afinidad a un país que, pese a que nos invadió hace un par de siglos (y no les he oído disculparse por ello), y sobretodo porque son nuestros vecinos, pues uno le tiene un especial cariño. Y por eso, está más sensible a lo que le pase, que se siente casi como si le pasase a uno. Ni más, ni menos.
Luego hay gente que dice que eso es menospreciar a víctimas de otros ataques terroristas, en las que también hay pérdida de vidas humanas. Pero eso no es así. Una cosa es sentir la muerte de personas inocentes, y ahí, de manera individual, caben todas las víctimas, sean franceses, libaneses, turistas, musulmanes, nasciturus, emigrantes, zurdos, hombres, mujeres,... Una vida humana es una vida humana, siempre y en todo lugar. Lo que ocurre es que no se nos puede negar mayor afinidad a aquello que tenemos más cerca, por cualquier circunstancia, sea familiar, geográfica o de cualquier tipo. Y tampoco se nos puede pedir una gradación de nuestra pena, o que digamos cuál nos parece más execrable o injustificable. No, no es así, no es eso. Un terrorista, por definición, mata sin motivos. Bueno, quizás piense que los tiene, pero estoy seguro de que no justifican sus actos, así que lo repito: un terrorista mata sin motivo, le arrebata a alguien la vida porque sí, porque puede y punto. Ante eso, lo único que le queda a la Humanidad es unirse, ya que somos más y mejores. En nuestras diferencias no deberán encontrar sino motivos de unión.
Que no se nos olvide.